Cuando perdonamos a otro (aunque nos cueste, por duro que sea, incluso cuando ya no sepamos de esa persona), el primero que se ve beneficiado/a somos nosotros mismos.
Resignifiquemos el perdón como un poderoso acto de sanación, un regalo hacia nosotros mismos.
Al perdonar te liberas, dejas ir aquello que te mantiene atado a una circunstancia, vivencia o persona, con lo que no quieres seguir manteniendo vínculos.
Al sacarnos las vendas que nos impone el acto de no perdonar (consciente o inconscientemente), que se representan en rencor, no aceptación, rabia, miedo, tristeza, vulnerabilidad (por mencionar algunas), comprenderemos incluso la causa y origen de nuestras acciones y reacciones. Nos libera de muchos condicionamientos.
El perdón nos vuelve más libres y poderosos, nos conecta con nuestras fuerzas internas, nos amplía la mirada hacia el entendimiento y nos vuelve más compasivos.
Hay un libro muy lindo y práctico (pueden realizar su propio trabajo del perdón con esta guía), que nos cuenta la historia de una madre preocupada por su hijo, con la intención de ayudarlo, pero sin saber resolver el problema. Se llama "La Ley del Espejo".
Existe una ley que dice «La realidad de nuestra vida es el espejo que refleja nuestro corazón». Es «La ley del espejo».
Si llenamos nuestro interior únicamente de insatisfacción, cada vez ocurrirán
más acontecimientos que quieren expresar este descontento.
Y, al contrario, si tenemos el corazón siempre lleno de agradecimiento,
ocurrirán más acontecimientos que nos harán sentir más agradecimiento.
«La vida es un espejo que refleja nuestro corazón.» Es decir que «ocurren
acontecimientos que sintonizan exactamente con nuestro interior». todo esto con la finalidad de mostrarnos literalmente aquello que debemos sanar profundamente para trascender.
Una invitación a perdonar, perdonarse y liberarse.
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